Introducción
El desarrollo de la glándula tiroides ocurre entre la 1ª-2ª bolsa faríngea, desciende hasta su posición habitual y queda conectada a la base lingual por el conducto tirogloso; su involución puede conllevar formaciones quísticas(1,2). Los quistes tiroglosos suponen la primera de las malformaciones congénitas cervicales y son la segunda causa de masa cervical tras las adenopatías, diagnosticándose la mayoría de ellos antes de los 30 años de edad(3).
El timo se origina de la porción ventral de la 3ª-4ª bolsa faríngea durante la sexta semana del desarrollo embrionario; alteraciones en su migración desde el ángulo mandibular al mediastino superior favorecen la aparición de anomalías como quistes/fistulas tímicas, ductus timofaríngeo persistente y/o timo ectópico/accesorio(1,2,4). Las anomalías congénitas cervicales de origen tímico son infrecuentes (se han descrito unos 90 casos de quistes tímicos, muy pocos publicados en la literatura española), constituyendo la persistencia del conducto timofaríngeo el 0,5-1% de todas las malformaciones congénitas cervicales(1). La mayoría se diagnostican en la primera década de la vida, tienen predominio por el sexo masculino y suelen localizarse en el lado izquierdo del cuello(4). El diagnóstico es difícil, al no considerarlas por su rareza(1,2).
La malignización del quiste tirogloso es inusual (<1%) y cuando sucede, suele tratarse mayoritariamente de carcinomas papilares (80-95%); incluso se han hallado metástasis en quistes branquiales por carcinoma tiroideo. Sin embargo, la transformación maligna del tejido tímico ectópico es excepcional, con algunos casos comunicados de carcinoma escamoso en quiste tímico y timomas en timo ectópico cervical(2).
Se presenta el caso de un paciente con captación simultánea de yoduro sódico 131I en ductus timofaríngeo persistente y quiste tirogloso no complicado en estudios isotópicos mediante rastreos corporales totales con 131I y técnica híbrida SPECT/TC.