¿Inteligencia en ascenso?

Se dice que la inteligencia, del latín ”intellegere” es esa capacidad inherente para entender, resolver, dar respuesta y finalmente adaptarse exitosamente a las necesidades del medio. Está relacionada a otras funciones mentales como la percepción y la memoria. Inteligente es quien sabe elegir las vías para resolver mejor una cuestión, o es capaz de solucionar un problema del modo más eficiente.

Para medir la inteligencia, la disciplina llamada psicometría desarrolla diversos tests que establecen parámetros sobre el coeficiente intelectual. Éste, también llamado IQ (siglas en inglés), fue utilizado por primera vez por el psicólogo alemán William Stern en 1912 como método para puntuar los resultados de los test de inteligencia en niños y poder compararlos entre sí evaluando el rendimiento escolar. En dicho método, se dividía la “edad mental” por la “edad cronológica” y se multiplicaba el resultado por 100, dando como resultado el mencionado cociente. Se ha establecido el promedio en 100 puntos; alguien que obtiene 20% más que el promedio obtendría 120 por puntaje.

¿Evoluciona la inteligencia a través del tiempo? Es de presumir que la respuesta es afirmativa; los valores de IQ están relacionados con factores como el nivel sociocultural de la familia y con el mismo IQ de los padres. Aunque los mecanismos de herencia de la inteligencia han sido investigados durante casi un siglo, aún existe controversia al respecto de hasta qué punto la misma es hereditaria. El hecho es que los puntajes promedios de IQ se han incrementado en forma constante desde comienzos del siglo XX: los tests de inteligencia en más de 20 países revelan que los puntajes se elevan en 0,3 puntos al año. Si bien los datos son limitados, al parecer este incremento se acelera. Esto es lo que se denomina efecto Flynn. (por James Flynn, especialista en Ciencia Política, quien observó que más allá de la cultura particular de cada país, las puntuaciones de IQ subían a razón de tres puntos por década). Siguiendo el efecto Flynn, los hijos en promedio debieran superar a sus padres en 10 puntos en los test que midan el IQ. Y al final del siglo, las nuevas generaciones superarán a las de hoy por 30 puntos.

El IQ está compuesto por diversos elementos, básicamente inteligencia fluida e inteligencia cristalizada. La primera implica las habilidades para afrontar nuevos ambientes o situaciones y razonamiento abstracto, mientras que la segunda es el producto de la aplicación práctica de estos procesos. La memoria es una de las características esenciales de la inteligencia fluida.

Un estudio realizado por la Universidad de Michigan sugiere que un entrenamiento de memoria puede incrementar el rendimiento intelectual. El estudio involucró a 62 estudiantes de la escuela primaria y secundaria a los que se les asignó un video juego. A un grupo se le dio un ejercicio mental que apuntaba a mejorar la memoria y retener información a corto plazo. A otro grupo se le hizo practicar sobre vocabulario y conocimiento en general. Entrenaron por un mes, 5 veces por semana, 15 minutos por sesión. Al finalizar el entrenamiento, muchos de los alumnos que entrenaron en memoria, subieron 5 puntos su IQ. Mejoraron la inteligencia fluida (habilidad para resolver problemas y razonar en forma abstracta), lo cual se mantuvo hasta tres meses de que el entrenamiento hubiera finalizado. Los estudiantes del otro grupo (quienes practicaron sobre vocabulario y conocimiento) no obtuvieron mejores puntajes en la medición de IQ. Esto demuestra que lo que se mejora con el aprendizaje es la inteligencia fluida, lo que contribuye a mejorar el desempeño de IQ con el tiempo, lo que explicaría el efecto Flynn.

Los científicos afirman que con ciertos ejercicios y técnicas mentales, educación continua e interacción social, las redes neuronales del cerebro se refuerzan y se crea una especie de “reserva cognitiva”, como una caja de ahorros que incrementa los recursos cerebrales y eleva el rendimiento, redundando en un IQ mayor. Una de las hipótesis de por qué se da este incremento es que las generaciones nuevas van aprendiendo a responder mejor en un límite de tiempo, por ello, obtienen mejores puntajes en tests con tiempos limitados. La explicación que parece más plausible es la que aduce que los mejores puntajes se deben a la instrumentación de la educación formal: mientras más años pasa una persona en un marco educativo, mejores resultados en los tests obtiene.

Algunos críticos descreen de los tests que miden la inteligencia; argumentan que solo se mide con ellos una parte de lo que normalmente se entiende por inteligencia. Además, cuando se realiza un test, hay distintos factores que influyen en el resultado como el estado de ánimo, la salud general, o el haber realizado previamente tests similares. El psicólogo americano Howard Gardner, aduce que la inteligencia no es una, sino que existen varios tipos y no disponemos aún de pruebas específicas para cada uno.

Algunos pensadores sugieren que en realidad no es la inteligencia la que está en aumento, sino más bien una suerte de habilidad abstracta para resolver situaciones. Pero si se observa la producción acelerada de descubrimientos científicos, las innovaciones tecnológicas y los desarrollos culturales, puede leerse claramente que hay un renacimiento de la inteligencia en varias formas. Ya sea “inteligencia” o “capacidad resolutiva”, la sociedad en general se va volviendo intelectualmente más capaz.

Lo que parece seguro, es que en un mundo globalizado y con la tecnología revolucionando casi todos los aspectos de la vida diaria, la realidad seguirá modificándose con la propia acción del hombre y esta a su vez moldeará nuevas formas de inteligencia. Un estilo de vida más complejo, da como resultado una mente que responde en forma más compleja. Lo que probablemente seguirá siendo una constante es que la motivación, la educación y los hábitos saludables del entorno sí aseguran –más allá de lo heredado y lo biológico- una inteligencia plena y en ascenso.

Fuente: Proceedings of the National Academy of Science ; Indiana University